Un de mis sueños de señora adulta es que cuando mis hijos sean grandes y tengan sus vidas formadas o encarriladas en lo que ellos consideren correcto, irme a vivir a la Patagonia. Es un lugar tan hermoso, tan distinto a todo, que apenas pones un pie allá como que intuyes que va a quedar pegado en tu mente -y en tu corazón- para siempre (perdónenme lo cursi, pero bueno, es así y ya está <3). Al menos eso es lo que me pasa a mi cada vez que voy para allá. Esta vez tuvimos la fortuna que la maravillosa cadena de hoteles The Singular (@thesingularhotels), nos invitaran. El hotel no solo es cómodo y cumple con todo lo que ustedes se imaginan, sino que también llama la atención porque no se parece a ningún otro y literalmente. No solo está emplazado en uno de los lugares más bellos del mundo, su decoración es inolvidable y, sobre todo, su estructura. Está construido en lo que fue el frigorífico Bories, declarado Monumento Nacional en 1996, por lo que cuenta con amplios pasillos, paredes macisas, grandes ventanales, etc. Es impactante ver cómo lo que fue un antiguo lugar industrial, se puede transformar en un hotel, en un lugar acondicionado para que personas de todas partes del mundo se sientan como en su casa.
Así es que con todo el equipo de Plan V hicimos nuestras maletas y nos fuimos un par de días. Arsenio nos pudo acompañar dos días, así es que también se nos unió. El primer día en la Patagonia visitamos la Estancia La Península (@estancia.lapeninsula) donde aprendí a rodear y esquilar ovejas. Después fuimos a conocer a los responsables de la increíble marca Le Mouton Vert (@lemoutonvert), donde aprendí a teñir lanas con hojas de calafate y finalmente terminamos con una caminata al glaciar Serrano.