Virginia Demaria: su gran año
Se piensa, se hace. Ese parece ser el mantra de vida de esta chef que combina su amor por la cocina con su fascinación por las manualidades y por comunicar. ¿Su gran orgullo? Ser la misma persona dentro y fuera de la pantalla. “Si yo no trabajara en esto, haría exactamente lo mismo: cocinar, pintar las murallas, bordar y tejer”, cuenta.
Producción: Giselle Sateler Fotos: Alejandra González Maquillaje y pelo:Bernardita Silva Agradecimientos: Verónica Blackburn
Es difícil imaginarla triste, pero alguna vez Virginia Demaria (35) pasó meses encerrada, en pijama, jugando backgammon por internet. Estaba en segundo año de universidad (estudiaba Arte en la Universidad Católica) y no era feliz. Todavía no había procesado por completo la pérdida de su padre (murió cuando ella era niña), sentía la reciente partida de su abuelay ese discurso rebelde que siempre la había caracterizado la tenía agotada. “Fue un terremoto y, como todo en mi vida, lo viví a concho. Fueron 6 meses de mierda, en serio”, recuerda.
Desde que tenía uso de razón (nos muestra fotos de ella a los 3 años) la cocina había sido parte de su vida. “Siempre jugué a cocinar. Invitaba a mis amigas y les hacía el show como en la tele”, cuenta. Por eso, cuando reconoció que tenía que salir de ese ‘hoyo negro’ en el que estaba, la cocina parecía ser la única luz al final del túnel. “Me retiré de Arte un miércoles y al lunes siguiente ya estaba estudiando en el Culinary”. A partir de ese día todo empezó a funcionar y hoy es una de las chefs con más plataformas en Chile y de las más visibles. Si no está en televisión, está en radio, lanza libros y muestra su día a día en redes sociales.
¿Sientes que este año ha sido diferente, de consolidación quizás? Sí, pero porque otros me lo dicen todo el rato, no porque yo lo haya vivido particularmente diferente. Igual me he tenido que organizar mucho más para intentar hacer todo sin descuidar ninguna de las áreas de mi vida, eso significa que ha sido movido. En términos personales, siento que he cumplido las metas que me propuse y eso es muy rico. Aunque la visibilidad es lo que le llama la atención a la gente, para mí no ha sido tanto.
¿Cuáles eran esas metas? Este año me pegué un salto importante y cualitativo con mi tercer libro (Día a Día) ¡Y le fue increíble! No es que no quiera los otros libros, pero en este reuní todo lo que me gusta hacer, y la producción -que se hizo a comienzos de este año- fue una inyección de energía superimportante. Lo hicimos todo en mi casa, con un equipo pequeño y se formó con ellos una familia. Fue increíble lo que se produjo, nos emocionábamos con cada foto.
¿Las recetas también fueron más personales? En todos mis libros trato de satisfacer no solo mis gustos personales, siempre intento tener en cuenta a la ‘mina’ que quiere cocinar rico y distinto en su casa. Trato de nunca perder ese foco, aunque siempre sea un reflejo de mí. Que las recetas gusten y que las quieran hacer es el mejor piropo. Trato de ser lo más cercana en todo, desde las medidas hasta la manera en que explico los pasos. Lo curioso es que nunca he sido muy buena para leer ni escribir, pero la redacción de recetas se me hace cómoda porque siempre estoy ingeniando la manera de hacerlo más amigable ¡Ni yo sé lo que es un cc o un mililitro!
¿Tienes conciencia de que has hecho de esa cercanía tu sello? Sí, he tratado de siempre ser transparente con todas mis inseguridades y problemas, ¡qué son muchos! (ríe) Intento quererlos e incorporarlos en mi trabajo como comunicadora; desde que tengo manos y pies gigantes y las rodillas de jugador de hockey -aunque nunca he jugado- hasta que soy demasiado hiperkinética y sensible. Mis amigas me dicen que la gente les comenta: ‘oye, tu amiga la Virginia es demasiado intensa’, y ellas siempre contestan: ‘siempre ha sido igual, desde que existió, de qué se sorprenden’. En ese sentido se me ha dado algo que rescato mucho y por lo que me siento superagradecida: he podido trabajar siendo la persona que siempre he sido, soy la que le gusta cocinar, las manualidades, comunicar, y eso se ha transformado en mi profesión. Si yo no trabajara en esto, haría exactamente lo mismo: cocinar, pintar las murallas, bordar y tejer.
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